APROXIMACIÓN A LOS CANTARES DE SALOMÓN EN OCTAVA RIMA

“Pourt  tirer la logique du Cantique des Cantique, il fallait vraiment une imagination intrépide”    Valery Jarbaud

Más allá de la búsqueda de un camino religioso y la exaltación historiográfica de la tradición judeo-cristiana, la Biblia puede ser vista desde diferentes ópticas sociales. La nuestra es una aproximación al erotismo y magma pasional de unos de sus libros, que refleja no sólo el contexto amoroso de una época, sino la demostración palmaria que siempre nos repetimos en lo que somos: humanos con manchas marcadas. Iniciamos este pequeño recorrido no sin antes acotar que, por la traducción de este libro, Fray Luis de León fue encarcelado por haber traducido al castellano el Cantar de los Cantares y defender el texto hebreo de la Biblia frente a las versiones latinas

“Béseme con su boca a mí el mi amado Son más dulces que el vino tus amores; tu nombre es suave olor bien derramado, y no hay olor, que iguale tus olores” El objeto amoroso se declara, como también su destinatario. La amada será el sujeto principal de la enunciación. La pasión amorosa se abre hacia el amado, poeta y soberano. Soberano cuyo nombrar es el primer acercamiento y el eros comienza a espiritualizarse. El amado retenido por el recuerdo; su ausencia los une con lazos de dulzura y hermosura. No existe incertidumbre sobre la existencia del que es amado y ama. Serán sus besos cual aliento divino, creador de la certeza.

“Dime amor de mi alma ¿donde apacientas el tu hermoso ganado, y tu manada? ¿Dónde haces la siesta, dónde asientas? ¿dónde tienes tu albergue, y tu manada? La amada interroga a la ausencia del amado; pero será su certidumbre la que responda. La ausencia es la condición necesaria para gozar del objeto amado.

Si no sabes, bellísima pastora/ el valle do asiento mi ganado /toma los tus cabritos, y a la hora/ seguirán el camino más hollado/Caminando por el veras do mora/” El amado manifiesta su presencia por medio de palabras similares a la sulamita; retomando sus giros. La presencia del amado no es más que una espera.

“Cuando estaba el Rey mío en su reposo/ mi nardo dio su olor muy más crecido/ manojuelo de mirra es el mi esposo/por eso entre mis pechos le he metido/ racimo de cofer muy oloroso” Lo sensitivo y lo significativo situado a un mismo nivel, dentro de una lógica inexpresable.

“Oh cómo eres hermosa amiga mía/oh cómo eres muy bella y muy graciosa/tus ojos de paloma en la alegría” La belleza y la gracia de la amada reconfortan al soberano, ella virginal, representada por el símbolo de la pureza. Responde la descripción del amado por la sulamita.

“oh dulce esposo mío: qué no hay cosa/que iguale a tu belleza, y gallardía” La voz de la amada completa la unión con la cualidad varonil del amado-poeta

“Yo soy rosa del campo muy hermoso/ y azucena del valle muy preciada” La naturaleza se celebra en la renovación y en la distinción.

“Debajo de su sombra he deseado / sentarme: y me asenté, y así he cogido/ la hermosa y dulce fruta que él me ha dado// la cual por su dulzor bien me ha sabido/ A la casa del vino me ha llevado/ y el su divino amor allí he sentido” El amor pasión comienza a revivir en las sensaciones de la amada; este dulce con licor, prestará todo sus vapores para que el sentimiento se divinice y se espiritualice. La sulamita conjuga la sumisión con la violencia de la pasión, prototipo del hombre moderno. Ella se sabe soberana sin ser reina, por su amor y todo el discurso que lo constituye así lo manifiesta. Por su amor se constituye en el primer sujeto

“La higuera muestra ya su futuro sabroso/ las viñas, que florecen, dan su olor” La renovación de la naturaleza es la alegoría del amor; este prestará un espacio delicado donde la unión será posible; espacio cálido que regará las sensaciones infinitas.

“Mío es mi esposo, mío y muy amado/ y yo soy toda suya, y el me quiere/ de aquel, que entre las flores su ganado” El amor carnal se une a la pasión sin límites; carne y espíritu unido en una sola masa que se vuelve forma y pasión.

“En mi lecho en las noches he buscado/ al que mi alma adora, y le he hallado/ tórnele a buscar con mayor cuidado/ y saltando del lecho suspirando/ entré por la ciudad, y he rodeado/ las plazas y las calles caminando/ de tanto caminar cansada estaba/ más nunca pude hallar al que buscaba” La amada busca a su amado en el lugar donde las imágenes más sensuales se convierten anhelos, suspiros y deseo. Desanda, los pasos de su soberano y sólo el cansancio podrá impedir su búsqueda, pero no la espera.

“Oh como eres hermosa dulce amada/ y tus ojos tan bellos y graciosos/ como de una paloma muy preciada/ entre esos copetes tan hermosos” La repartición y la comparación en metáforas tiene lo semántico del conjunto. El simple acto enunciativo amoroso, da la totalidad de la significación. Sigue así respondiendo a la descripción de la sulamita. Las comparaciones, idénticas en varios versículos y capítulos darán la medida de la infinitud del acto amoroso, que sin embargo no se ha vuelto carne. El amor del amado va más allá del simple  acto carnal.

“Todos mis vestidos me he quitado/ ¿Cómo me ensuciaré yo, amado mío/ con su mano mi esposo había probado/ abrirme la mi puerta con gran brío/ por entre los resquicios la ha metido/ y en mi corazón se ha estremecido” La imagen del amado ha podido hacerse real en las sensaciones de la amada; ha sentido su piel en contacto con algo que la perturbado; perturbación que la eleva a un goce placentero y que sólo es interrumpido por la “presencia” de la ausencia. La búsqueda es recurrente en el acto amoroso, aun cuando lo tengamos, siempre deberá ser regado por la presencia de la carencia. Lo sagrado se une a lo profano, para convertirla en espíritu y carne. Conduciendo a una problemática: la encarnación

“Yo soy enteramente de mi esposo/ y él en mi sus deseos ha empleado/ Ven pues amado dulce y muy graciosos/ salgamos por el campo y por el prado/ moremos en las granjas, que es sabroso”. El amor es posesión del otro, el deseo es carencia de ese amor. Necesita de un lugar donde recrear, si no sensaciones, imágenes. La naturaleza como tierra-madre que fecunda y procrea, y hasta destruye, permite la morada del objeto amoroso.

“Como la muerte fuerte es el amor/  duros como el ingeniero son los celos/ las sus brazas son fuego abrazador/ que son brazas de Dios y de su cielo” En la invocación amorosa se pulsa con impacto la muerte. Se da una celebración del secreto, de la reproducción, del placer, de la vida y la muerte.

“Ven presto, amigo mío, que tu esposa/ te espera: ven corriendo, ven saltando/ como cabra o  corzos corredores/ sobre los montes altos y de olores” El amor conyugal es primordial para que este texto pueda integrase al conjunto como cuerpo bíblico: este amor va a funcionar como pilar de la sociedad judía y más luego, la cristiana. En este Cantar se recoge un amor innovador, inscrito en una ley del deseo. Una cumbre de libertad regulada por la pasión erótica y de invención retórica.

Ender Criollo

Docente Universitario

Bibliografía  consultada.

Kristeva, J.(1987) Historia de Amor. México: Siglo Veintiuno.

Robert, E. (1975) Literatura Europea y Edad Media Latina. México: Fondo de Cultura Económica

Rodríguez, J. (1980) Literatura Española Trascendental. Caracas: UCV.




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