Que un solo hombre, o una camarilla, coja e intente inventar un lenguaje (…) es tan absurdo como que un hombre intente jugar solo al fútbol. George Orwell

El lenguaje emoji es la creación unipersonal del japonés de nombre Shigetaka Kurita con una representación inicial de 176 unidades simbólicas; a su vez, los emojis son una especie de lenguaje de los estados anímicos. Debido a su representación iconográfica y simbólicamente puntual, múltiple y ambigua, pueden ser capaces de fracturar o condensar diversos modos de expresión comunicativa. Desde la espontaneidad de una manita con el pulgar hacia arriba en señal de aprobación, un corazón rojo signado por el amor, hasta una carita que despliega rabia o asombro, perfectamente identificables, configuran una parte de su «naturaleza» tácita. Sin embargo, para íconos más difíciles de descifrar, gracias a la constante actualización, novedad y multiplicidad simbólica, su otra cara de la «naturaleza» puede ser capaz de tornarse divergente.

En consonancia con ello, Camps (2011) define que: “El lenguaje de las emociones se ha impuesto (…) La vergüenza, la ira, el miedo, son sentimientos que nos sobrevienen y, o bien nos impiden actuar, o nos llevan a hacerlo de la forma equivocada e irracional” (p. 15). La diferencia aquí es crucial entre sentimientos y emociones. Según Han (2020) los sentimientos constituyen un modo de estabilidad interior distinta de la naturaleza efusiva de las emociones. En ambas perspectivas, la diferencia es sustancial. La primera es generadora de armonía interior; mientras la segunda, se encuentra próxima a un tipo de disrupción psíquica, gracias a su característica efusiva, fugaz y rauda.

En nuestro caso, es la transfiguración y el reflejo de los estados anímicos encarnados en la simbología emoji un tipo de expresión que obedece al orden de la emotividad -emociones- constante. Así, tal mecanismo de comunicación es impuesto y mediado por el sector corporativista como el de las grandes tecnológicas y sus sistemas de mensajerías en diferentes redes sociales. Las cuales imponen como parte de una nueva dinámica propia de los medios digitales y espacios de la web, un tipo de comunicación acelerada y difusa. Por tanto, el lenguaje emoji se emparenta con una modo de lógica enunciada anteriormente entre: circulación, aceleración, viralidad y fugacidad.

Tal estrategia o configuración, guarda relación con un modo de simplificación práctica y rápida sobre la riqueza de la expresiones lingüísticas – palabras-, propias de la comunicación escrita, en términos tradicionales. La esencia reduccionista, simple y puntual de los emojis maximiza o despliega a los estados anímicos, impidiendo expresar con palabras nuestro rico universo interior, manifestado en diversas formas, incluyendo el lenguaje poético. Algo así como la proyección orwelliana propuesta en su nuevalengua. En palabras de Orwell (2019):

La nuevalengua estaba pensada no para extender, sino para disminuir el alcance del pensamiento, y dicho propósito se lograba de manera indirecta reduciendo al mínimo el número de las palabras disponibles (…) La nuevalengua, de hecho, se distinguía de casi todos los demás idiomas en que su vocabulario cada vez era más reducido en vez de más amplio. Cada disminución era una ganancia, puesto que cuanto más reducida el área de elección menor era la tentación de pensar (p. 169-181).

Es decir, la mínimización del lenguaje, ahora emplazado bajo un sistema simbólico capaz de empobrecer y alterar el desarrollo comprensor, se emparenta con la filosofía limitada del emoji, como nuevalengua y dispositivo de dominación. En este sentido, a dicha simbología podríamos traducirla como un tipo de aniquilamiento cognitivo y semántico. Para Romano (2017):

A través de la comunicación, del intercambio de informaciones, los seres humanos toman conciencia de sus experiencias, que contrastan con otros al expresarlas. La primera toma de conciencia se efectúa en el pronunciamiento del mundo (…) El
lenguaje le da forma al mundo. La palabra es el primer ejercicio del poder (pp. 7-8).

Si nos apegamos a la definición descrita, es evidente que el lenguaje emoji solo comunica estados anímicos, su nivel de operacionalización es limitado, ya que no genera un vínculo racionalista (sentimental), sino solo recursivo
e instantáneo. Por extensión, la toma de conciencia se diluye bajo la espontaneidad serial encarnada en las diferentes representaciones iconográficas. Por ello, las formas discursivas que exterioriza el uso de los emoticones son limitadas.

En cuanto al poder que sustenta la maquinaria reproductora de dicho lenguaje, existe todo un despliegue que representa un gran negocio lucrativo.
La marca Emoji (2021) desde su portal electrónico apunta algunas características que la componen. Entre algunas de ellas están: en primer lugar, el marketing y publicidad; en segundo lugar, una de las bibliotecas más extensas del mundo; y, en tercer lugar, asesorías para web corporativas. Entre sus posesiones alberga más de 25000 íconos y es una marca registrada. Asimismo, se encuentra entre los 150 principales licenciantes mundiales, en el puesto número 57. En consecuencia, es un mega negocio que ha establecido más de 1000 licenciatarios notables a nivel global, gracias a su profunda efectividad y ‘colectivismo’. Por otro lado, para Romano (2017):

La intoxicación lingüística tiene sus causas políticas y económicas (…) El uso manipulador del lenguaje es tan antiguo como el dominio de unos seres humanos sobre otros (…) El lenguaje, como el terrorismo, va dirigido a los civiles y genera miedo, ejerce violencia simbólica o psicológica (…) Las palabras son como minúsculas dosis de veneno que pueden tragarse sin darse uno cuenta (pp. 8-13).

Si bien, el lenguaje emoji posee unas características particulares, lo definido como dosis de veneno, va en el orden de un modo de minimalismo expresado y condensado en cada uno de los íconos. Mientras que, el lenguaje como terrorismo, violencia simbólica y psicológica proviene del despliegue e incorporación comunicativa, producto de los dispositivos inteligentes que las grandes empresas corporativistas tecnológicas imponen en sus diferentes modos y estrategias.

Las preguntas claves, obvias y ampliadoras serían: de los 176 emojis iniciales creados ¿cuál es el promedio usado por cada usuario-red? ¿Cuáles son los distintos tipos de cualidades que cada uno asigna para los emojis más ambiguos o menos tácitos? ¿Si el uso de emojis resulta en promedio un nivel bajo con respecto a la cantidad de iconos; estaríamos frente a un fenómeno de reducción simbólica-lingüística? Finalmente, si el lenguaje emoji representa una forma de nuevalengua, son sus efectos a largo plazo los que definiran si sus impactos pueden ser cuantificables como expresan algunos expertos en neurología sobre la caída del IQ debido al uso de tecnologías inteligentes.

*Autor: Luis Alfonso Briceño
*Docente ordinario Unermb-Venezuela
*Tlf. (0416) 263.60.14                                 orcid.org/0000-0001-6713-1070

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